dijous, 24 de març del 2011

HAITI: PAÍS DE LA ESPERANZA. Esther Ibáñez Izquierdo.

Hoy inicio un viaje, tan solidario como egoísta al mismo tiempo y digo egoísta, porque espero que esta experiencia me haga sentir mejor persona en un futuro. Encontrar un camino que me haga ver la otra realidad que existe lejos de las comodidades que veo y vivo cada día.
 
Desde el momento en que dijeron en la ONG NPH que contaban conmigo, estos días han sido una cuenta atrás llenos de ideas, pensamientos e ilusiones, pero sobre todo, llenos de miedos y preguntas sin respuestas, porque… estoy realmente preparada para esta experiencia?. Sé que lo que encontraré allí, será infinitamente mucho más duro de lo que he imaginado y de lo que me han podido contar los que allí han estado, pero… Cuánto más? Realmente se puede medir el hambre, la enfermedad, el miedo, el dolor, la desolación o la muerte?. Dicen que no existe ningún otro lugar en el mundo donde la línea divisora entre dos países se pueda ver como dibujada a lápiz perfectamente desde el aíre. Cuando hablamos de fronteras, pensamos en esas líneas imaginarias que separan dentro de nuestras cabezas un país de otro. Pero eso no pasa cuando hablamos de Haití y Santo Domingo. Esa línea está trazada a fuego en sus tierras. A la derecha, bosques, árboles, fauna, vida… a su izquierda deforestación absoluta, sequía y hambre. Eso es lo que nos encontramos al llegar a la frontera de Haití, un paisaje absolutamente desolador. 
 
Las cifras de este país, reflejan una realidad muy dura y distinta a la que estamos acostumbrados. El 98% de su territorio se encuentra absolutamente deforestado. Se calculan unos 316.000 muertos a causa del terremoto que arrasó el país el pasado 12 de Enero de 2010. Más de 350.000 mutilados, 1.500.000 de personas sin hogar e incontables heridos leves y desaparecidos. Eso sin olvidar que ascienden ya a casi 5000 los muertos por el cólera.
 
Todo ello ha convertido a Haití en uno de los países más pobres del mundo y el primero sin lugar a dudas del Continente Americano. Con estas cifras, pensaríamos que estamos hablando de un gran país, pero por el contrario la comparación es tan increíble como decir que consta de una superficie del tamaño ligeramente inferior a Galicia y que tiene una superpoblación de más de 10 millones de personas. 
De lo que no cabe duda es que la esperanza esta puesta en los niños. Ellos son los auténticos supervivientes y el gran y único potencial que tiene el país hoy en día. Para saber la labor que está haciendo NPH en Haití con los niños, tenemos que visitar sus campamentos, escuelas, hogares, centros de rehabilitación y atención a los discapacitados, en ellos, atienden, dan techo, comida, educación y lo que es más importante, cariño, mucho cariño, a unos niños que lo han perdido todo. 
Si paseas por Puerto Príncipe, aunque solo sean 10 minutos, te das cuenta de que lo que realmente hace NPH en Haití, es construir sueños, sueños en forma de esperanza, en forma de futuro, de formación y valores y esos sueños están allí porque yo los he visto. Están en los ojos de cada niño, niños que nada más llegar te roban el corazón, sus risas, sus bailes y la alegría que desprenden es algo indescriptible. Niños que solo te piden que les cojas en brazos, un roce en sus mejillas, un abrazo o un simple beso. Algunos de los más pequeños, ya dan sus primeros pasos y balbuceaban sus primeras palabras, todo ello sin ser conscientes aún de la realidad que vivirán detrás esos muros que les hoy les protegen. Aquí comenzó en mí un sentimiento de no entender nada… por qué, como se pregunta mucha gente, no podíamos llevarnos a esos niños? Por qué teníamos que dejarlos allí sin saber hasta cuando lograrán, algunos de ellos superaran las pruebas que les pondrá la vida?
Realmente es mejor esa vida, solo por seguir atados a sus raíces y su tierra que la que yo pueda darles? Pero cuando el corazón se repone, entiendes que la despoblación no es la solución, si nos llevamos a esos niños, qué dejamos en el país? Quién va a levantarlo e intentar darle el futuro que se merece? Esos niños quieren su tierra, su cultura y su gente, lo único que piden a gritos es una mano amiga que les ayude a superar lo que hoy en día tienen, con un simple plato de comida, escuela y agua potable.

Cuando estás en una de las escuelas que NPH tiene en Kenscof, situadas en las montañas, alejada de la devastación absoluta que existe en la capital. Te das cuenta de que hay tantos niños aquí, que no te alcanza la vista a divisar el final cuando les hacen formar para cantar y bailar todas las mañanas antes de entrar en clase. Si les preguntas, cada uno de ellos tiene un sueño, ser médico, electricista, presidente del país o profesor. A esa edad sus sueños son iguales que los de cualquier niño de otro país. Pero cuando sales de los “Oasis de NPH en Kenscof” y te acercas hacia la capital, el paisaje va cambiando por completo, del frío de las montañas, empiezas a sentir el calor intenso, el ambiente enrarecido, el hedor de sus calles y las secuelas del terremoto que aún hoy se puede ver reflejado en sus calles. 
 
La gente vive entre la basura y los escombros, mientras los niños corren por las calles que más bien parecen vertederos. Y es que cuando ni el Palacio Presidencial, su símbolo más robusto y preparado del país se ha mantenido en pie y ha caído frente a ellos, es sobrecogedor ver cómo quedó el resto. Al ver esto te das cuenta de que probablemente el mayor problema en Haití hoy, sea estar vivo! Porque cuando esta realidad te envuelve los 360º de tu cuerpo, cuando ves un niño que muere dentro de una simple bolsa de plástico, sin una madre que le llore, o a una mujer que se desmorona, alzando sus gritos al aire, pidiendo una explicación, para lograr entender porque ha perdido a su pareja, a su compañero… Realmente en ese momento, te das cuenta de que algo esta pasando y de que tal vez nosotros, no estamos haciendo todo lo está en nuestras manos. 
 
Qué son 80 céntimos diarios del apadrinamiento de un niño, si con ese dinero se ayuda a que esta angustia sea más llevadera, más humana, más digna o incluso en algunos casos evitable? Al empezar este viaje, pensé que iba a regalar cariño, mimos, besos y caricias a todos los niños que pudiera y a la hora de marcharme me doy cuenta, de que todo eso, ha sido lo que me han regalado ellos a mí. Con lágrimas en las mejillas dejo este país y me despido, pero nunca para siempre porque sé que nunca, jamás podré guardar en un texto o en unas fotos todo lo que he sentido en este viaje. Me marcho sintiéndome atada a él para siempre, por todo lo que si darse cuenta su tierra, su gente y NPH me ha dado y enseñado. 
 
Al dejar España, pensé que venía a un país muy pobre, pero ahora me doy cuenta de que la pobre era yo. Este país es hasta hoy el más rico que he conocido nunca, rico en ilusiones, en esperanza, en cariño, en sentimientos, rico en bondad de sus gentes y NPH ayuda hacerlo un poco más rico cada día si cabe y lo hace sin lujos, sin ostentaciones, lo hace con el cariño y con su apoyo diario a todos los haitianos que hoy confían en ellos.

Muchos de nosotros somos solidarios desde el pensamiento, únicamente cuando vemos imágenes en televisión que nos conmueven, pero al apagarla, esa solidaridad se desvanece. Hemos de aprender a ser solidarios desde el corazón y dejar de pensar que los que tienen que ayudar son los que más tienen y por eso ellos son los que más deben donar. No es mejor persona el que más dona, si no el que dentro de sus posibilidades tiende un mano a quien lo necesita y le hace saber que al otro lado de esos muros y fuera de esas fronteras que probablemente ellos nunca podrán cruzar, hay un corazón amigo que les da todo lo que les puede dar.

“Desde que el mundo es mundo, después del primero, siempre va el segundo”.
En algún punto entre Haití y Santo Domingo.
07 Marzo 2011.
Esther Ibáñez Izquierdo.

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